martes, 18 de febrero de 2014

Mao y la defensa de Stalin Tomado de la obra de Jose Sotomayor Pérez ¿Leninismo o maoismo? en el blog Komunismoruntz


http://historiabolchevique.blogspot.com.es/

Leninismo o Maoismo??
FARISAICA DEFENSA DE STALIN

La postura de los dirigentes del PCCh frente al «Discurso Secreto de Jruschov», hizo pensar a muchos que los comunistas chinos eran defensores leales de la primera
experiencia histórica de la dictadura del proletariado y de Stalin en persona. No fuimos pocos los que, por esta razón, nos inclinamos al lado de Pekín los años que el PCCh polemizó con el PCUS y el Movimiento Comunista Internacional.
En los documentos del PCCh y en la folletería de los dirigentes chinos se cita con frecuencia a Stalin junto a Marx, Engels y Lenin. En la RPCh los retratos de Stalin
siguen al lado de los de sus 3 antecesores. Todo, esto, sin embargo, no es suficiente
para conocer la verdadera posición del maoísmo: frente a Stalin.
En realidad, la defensa que los líderes pekineses hacen de Stalin tiene un carácter
demagógico y farisaico. Hoy se conocen documentos del PCCh y escritos del propio
Mao Tze Dong que han sido publicados, unos a la muerte de éste y otros con motivo
de la «revolución cultural». Son instrumentos probatorios de que el maoísmo
tiene dos posiciones frente a Stalin: una real pero oculta; y otra falsa fingida, hecha
para la exportación, como arma de combate contra el PCUS.
La contribución de la Internacional Comunista y de Stalin en la elaboración de
la estrategia de la revolución china, su caracterización y desarrollo, son hechos
objetivos que no se pueden borrar de la historia, Tampoco pueden ser falsificados
gratuitamente como lo hacen los dirigentes chinos.
Tanto en lo que concierne a la revolución china, como en lo referente a la edificación
del socialismo, Mao Tze Dong y su grupo han sostenido y sostienen puntos
de vista radicalmente distintos a los que sostuvo Stalin. Es más, calumnian a éste
atribuyéndole toda clase de errores. Por eso, no hay un mínimo de honestidad en
su cacareada defensa del sucesor de Lenin.
Veamos qué dice Mao Tze Dong de la posición de Stalin durante el desarrollo de la
revolución china: «De él provienen tanto el aventurerismo de izquierda de Wang
Ming en la última fase de la guerra civil revolucionaria, como su oportunismo de
derecha en la fase inicial de la guerra de resistencia contra el Japón. En el período
de la Guerra de Liberación, Stalin comenzó por prohibirnos hacer la revolución,
afirmando que si estallaba una guerra civil, la nación china se encontraría bajo
amenaza de la ruina. Iniciada la guerra, creyó sólo a medias en nuestra fuerza. Al
triunfo de la guerra, tuvo la sospecha de que la nuestra era una victoria al estilo
Tito y ejerció en los años 1949-1950, una presión muy grande sobre nosotros».
Resulta, pues, que Stalin —según Mao— fue responsable directo de todas las
desviaciones que se presentaron en el PCCh; prohibió hacer la revolución china;
cuando ésta comenzó dudó de su triunfo y cuando triunfó sospechó que no sería
una verdadera revolución socialista. En otras palabras, Stalin sólo atinó a dar
orientaciones y consejos erróneos a los dirigentes chinos y a ejercer presiones
malsanas durante todo el curso de la revolución china, Estas afirmaciones de Mao
constituyen una burda falsificación de la historia; nunca podrán respaldarse con
pruebas; son simples invenciones para atribuirse él mismo todos los méritos en la
dirección de la revolución china. Se trata de patrañas que armonizan plenamente
con las bien conocidas pretensiones pekinesas de escribir la historia de la revolución
china como la historia personal de Mao Tze Dong.
En su famosa campaña para «la ordenación del estilo», del año de 1942, Mao
propuso sustituir el leninismo por el maoísmo, alegando que la doctrina de Lenin
era el «marxismo ruso», inservible para conocer el carácter de la revolución china
y dirigirla correctamente; declaró que la asistencia y orientación dada por la Internacional
Comunista a la revolución china había sido totalmente errónea, y por
último que la ayuda prestada por la Unión Soviética y el PC (b) de la URSS al PCCh
no sólo había sido ineficaz sino perjudicial.
En el Capítulo I, nos hemos referido a las desviaciones de Mao Tze Dong en todo
el curso de la revolución china. Hemos visto sus andanzas aventureras ultraizquierdistas
al lado de Li Li san, después de haber compartido los puntos de vista
derechistas de Chen Tu siu. También nos hemos referido a sus confesiones en
torno a su total desconocimiento de la sociedad, la nación y la revolución: china,
cuando ya era miembro del Comité Centra del PCCh. Si en tales condiciones, la
Internacional Comunista y Stalin en persona no hubieran prestado el apoyo político
necesario al PCCh, comenzando por esclarecer y establecer cuál era el carácter
de la revolución china, qué objetivos debía perseguir, a quiénes debía golpear y
en quiénes debía apoyarse es imposible concebir el triunfo de la revolución china.
«Desnudos» en conocimientos, ¿en cuánto tiempo hubieran hecho, solos, ese
aprendizaje los dirigentes chinos?
Si las «sospechas» de Stalin con relación al futuro de la revolución china son ciertas,
ellas se han justificado plenamente. El curso que el maoísmo ha imprimido
al proceso revolucionario en la RPCh, ha alejado a este país del campo socialista.
El «comunismo cuartelero» de Mao, se ha convertido en aliado del imperialismo.
Mao culpa a Wang Ming de ser el portador y vehículo de las desviaciones de «izquierda» y «derecha» de Stalin. Esto no es casual: Wang Ming, tenía formación
internacionalista y era miembro del Secretariado Político del Comité Ejecutivo de
la Internacional Comunista. Mao lo calificó de «principal representante del marxismo
ruso y de la línea de la Internacional Comunista en el PCCh». Incluyó a todos
los militantes comunistas chinos que habían estudiado en la URSS en el llamado
«grupo prosoviético y dogmático de Wang Ming».
Los dirigentes chinos defienden de palabra a Stalin, pero en los hechos lo calumnian
y lo vejan. ¿Cómo puede ser «un gran marxista leninista», quien cometió toda
clase de errores, prohibió hacer la revolución y ejerció presiones perniciosas?
En sus comentarios a los «Problemas Económicos del Socialismo en la URSS» de
Stalin, Mao Tze Dong, toma una posición abiertamente antistaliniana. «Stalin —
dice— no destaca más que la tecnología y los dirigentes técnicos. No quiere nada
que no sea la técnica y los dirigentes. Ignora la política y las masas. También
aquí es unilateral». Y agrega «Stalin no ha encontrado ni el método adecuado ni
el camino bueno que conducen del capitalismo al socialismo y del socialismo al
comunismo. PARA EL ESTE ES UN ASUNTO MUY EMBARAZO.
Por las publicaciones que hicieron los «guadias rojos», durante la «revolución cultural» se sabe que Mao calificó a Stalin de metafísico y que acusó de haber sido el
causante del estancamiento del marxismo leninismo en la Unión Soviética desde
1935, año de la Conferencia de Dsunyi que pone al «gran timonel», en la dirección
del PCCh.
Según el maoísmo entre Trotski y Stalin no había mayor diferencia. «Ahora bien
—dice el maoísta Kostas Mavrakis— Trotski compartía las premisas teóricas de
donde surgían los errores de Stalin. ¿Cómo podía hacer una crítica válida? Ambos
reducían la construcción del socialismo al desarrollo de las fuerzas productivas
materiales; negaban que pudiera haber burguesía sin propiedad privada de los
medios de producción; ignoraban la distinción entre contradicciones antagónicas
y no antagónicas, en el seno del pueblo, y entre el pueblo y sus enemigos. Se situaban
en el mismo terreno, planteaban los mismos falsos problemas, solo divergía
en las respuestas. Para uno, el enemigo era la «burocracia bonapartista; para el
otro los agentes enviados por el cerco capitalista».
En este pasaje se resumen los últimos puntos de vista del maoísmo sobre Stalin,
dados a conoce durante los años de la «revolución cultural». Para Pekín, en última
instancia el verdadero causante de lo que llama «la restauración del capitalismo
en URSS», es Stalin; es él quien dirigió la construcción «deformada del socialismo», planteando «falsos problemas».
Impugnar la experiencia soviética y ofrecer a los pueblos del mundo la experiencia
china, con única alternativa, no puede concordar objetivamente con una leal
defensa de Stalin. Tal «defensa» resulta pura hipocresía, farsa, maniobra maquiavélica.
Pekín necesita cargar a la cuenta de Stalin toda clase de errores y reducir
al mínimo sus méritos, con el fin de justificar la prolongada y enconada oposición
de Mao Tze Dong a la Internacional Comunista; su chovinismo antisoviético y sus
«grandes saltos» aventureros.
Para que Mao aparezca como un gigante, los dirigentes chinos se empecinan en
presentarnos un Stalin disminuido. Creen que en esta forma quedará demostrado
que «ninguno de los marxistas leninistas precedentes dirigió personalmente, en
primera línea, tantas importantes campañas políticas y militares como el Presidente
Mao, ni experimentó una lucha tan prolongada, complicada, violenta y multifacética
como el Presidente Mao... ¿Dónde se puede encontrar en la Antigüedad
o en nuestro tiempo, en China o en el extranjero una teoría de tan alto nivel o un
pensamiento tan maduro como el pensamiento del Presidente Mao?».
No tenemos necesidad de refutar esta divertida mezcla de fatuidad e ignorancia,
fruto de la adulonería de los secuaces de Mao durante los años de la «revolución
cultural».
Los auténticos puntos de vista de Mao Tze Dong y su grupo sobre Stalin fueron
escondidos durante largo tiempo; pero ahora que se les conoce, ya nadie puede
dudar que los objetivos perseguidos por la dirigencia china con su mentirosa
«defensa de Stalin», no fueron otros que sembrar el desconcierto en las filas del
Movimiento Comunista Internacional y alimentar el antisovietismo. Pekín utiliza
a Stalin como cobertura de todas las traiciones de la dirigencia china.